En la era de la “panlítica”, en la que la covid 19 marca la agenda política, la dupla gobernante en Tucumán selló una suerte de tregua. Que quede claro: es apenas un tiempo de no agresión, pero no la firma de la paz entre los dos máximos líderes del peronismo y de la política comarcana. La aclaración va a cuenta de que los dirigentes tucumanos tomaron nota de que la sociedad está sensible, atemorizada, agotada y reactiva. En esta suerte de “Matrix” en la que nos instaló la pandemia hay margen nulo para mostrar apetencias políticas o personales. El humor social de los tucumanos es extraño y la historia de la provincia muestra a las claras que los que habitan esta rica tierra pueden dejar pasar o hacer la vista gorda a un sinnúmero de irregularidades o reclamos, pero basta un fósforo para que estalle cuando sus ánimos están caldeados.
Osvaldo Jaldo fue otro en la entrevista que concedió a “Panorama Tucumano”, el programa de TV periodístico de LA GACETA. Varios dirigentes tomaron nota de que no era aquel “Huracán” arrasador de los últimos años, sino más bien apenas una brisa que esquivó cuestionamientos hacia Juan Manzur y su entorno, y que hasta se arrepintió de sus dichos recientes. No dudó en decir que no habría declarado en otras circunstancias que él, como vicegobernador, no tiene que dar explicaciones de las valijas, en clara referencia al escándalo del dinero en efectivo que movía la Legislatura cuando el gobernador estaba al frente de la Cámara. Manzur se impuso a su segundo al mando en esa pulseada que le había planteado con invitaciones indirectas a medir fuerzas a través de la sanción de leyes poco convenientes para el Poder Ejecutivo y de dichos directos cuestionando la falta de acción de la Casa de Gobierno en temas sanitarios y de gestión ante la crisis económica.
¿Cambió Jaldo? ¿O fue Manzur? Al parecer, ninguno de ellos modificó su esencia respecto de lo que cada uno programa para su futuro. Sin embargo, el vicegobernador terminó con el brazo vencido. Al menos en esta “muñequeada”. Por abajo, los peronistas observan sin hacer barra ni por uno ni por el otro. Más bien todo lo contrario. Muchos que llegaron a cargos -electivos y de funcionarios- de la mano de Jaldo coquetean con Manzur. Y viceversa. Ninguno quiere quedarse fuera de lo que pueda suceder y el escenario se les pinta confuso. ¿El vice terminará sumando gran parte del poder peronista? ¿O la tradición le dará la razón a Manzur y será él quien defina el futuro? También hay una tercera opción: ¿acordarán ambos una salida de cara a las otras elecciones? De ser así, varios podrían quedar como “tontos del medio” si precipitadamente defenestran a uno u otro y terminan siendo figuritas de cambio de un pacto en el que se pida la cabeza de los “irrespetuosos”.
Ni un archijaldista como Darío Montero ni un neomanzurista como Gerónimo Vargas Aignasse se atreven a ofender a quienes pintan hoy por hoy como principales opositores de sus respectivos líderes.
Por ello el mutismo se impone en el “barro político” y los temas que se comenzaron a poner en la agenda (los que no tienen que ver con la pandemia) parecen dirigidos a tirar “la pelota afuera”. De pronto reapareció el proyecto para luchar contra los motochorros y se aventó la discusión -vergonzosa por ciento- respecto de la adhesión de la Provincia a la Ley Micaela.
Mientras tanto, también en silencio, Manzur se acomoda en Tucumán a partir del rédito que comienza a sacar de su rol como gran gestor del Alberto Fernández candidato. El gobernador ya consiguió, en plena crisis, destrabar miles de millones de pesos para obras más que emblemáticas, como las de agua y cloacas para Las Talitas y Tafí Viejo, para Alderetes y Banda del Río Salí, para Concepción, para la SAT y hasta los fondos para la Plaza Independencia, plan que el ¿opositor? Germán Alfaro ya veía perdido y afrontando con fondos propios.
Ya marchan programas de empleo, de pequeñas y medianas obras públicas para todo el interior, y se esperan anuncios importantes en materia de viviendas. El gobernador aguarda poder dar dos sorpresas en materia de infraestructura: una relacionada a una esperada obra vial y la otra a una hídrica. De nuevo, por la “panlítica” y por prudencia, no quiere hablar ahora de esos temas cuando está explotando su figura de sanitarista exitoso. Además, Manzur no quiere cometer los errores del macrismo y de sus adláteres tucumanos: no anunciará nada hasta que el chivo esté en el lazo. Si sus planes se cumplen, surgen dos preguntas: ¿podrá ser alguien que no sea él mismo definir qué pasará con su sucesión? La otra: ¿Manzur estará queriendo borrar el ultimísimo vestigio de su otrora protector José Alperovich y superarlo en gestión y concreción de obras? Sería el último puñal, directo al corazón, para el hombre que supo jactarse de hacer más viviendas, hospitales y obras que Celestino Gelsi.